Pozoblanco vuelve a abrir sus brazos para recibir a la Virgen de Luna
Hoy al día
Julia López
A golpe de tradición se consumió la romería de la Virgen de Luna de Pozoblanco. Las descargas, el olor a pólvora, el camino, las enseñanzas, el hornazo, el descanso en el ‘Pozo La legua’, el tirar de la soga, la mirada hacia la patrona, la imposición de las llaves o del bastón del mando, las reverencias, la emoción, las lágrimas vertidas y las contenidas, las presencias y las ausencias. Todo tuvo cabida en un espectacular día de romería al que acudieron unas 25.000 personas, según las estimaciones realizadas por el Ayuntamiento y la Guardia Civil. En plena dehesa, que lució de la mejor manera posible dejando en el olvido el frío de las últimas romerías.
Centenares de miradas contemplaron la entrada de la Virgen de Luna a la parroquia de Santa Catalina, pero esa fue la última estampa de un día que comenzó mucho antes, mucho antes de que la Virgen recibiera en su santuario sacrificios personales y colectivos bajo el sonido de la campana al tirar de la soga, aunque fundamentalmente volvió a recibir el cariño de un pueblo que abrió sus brazos para acoger su patrona.
Si la entrada en Santa Catalina fue emocionante, no lo fue menos la llegada de la patrona, porteada a hombros por hombres y mujeres, al arroyo hondo, punto donde pequeños y mayores se dieron cita para ofrecer el hornazo a la imagen de una Virgen que fue llevada a través de doce kilómetros con el esfuerzo que sustenta la fe y el cariño. Un camino seguido por centenares de personas, al igual que el inverso. Y es que la jornada comenzó muy temprano, cuando los hermanos de la cofradía acudieron de nuevo a la llamada, desenfundado sus escopetas y lanzando al aire de las diferentes descargas. No hay Virgen de Luna sin olor a pólvora. Ellos abrieron un camino que fue seguido por centenares de personas que decidieron aprovechar el buen tiempo para cubrir la distancia que separa la localidad del santuario a pie. Ahí las estampas que se suceden son diversas: grupos de amigos que siguen fieles a una cita inamovible en el calendario, padres y madres que realizan el camino por primera vez con sus hijos, grupos de jóvenes que emprenden el camino alejados de ese entorno familiar. Diferentes circunstancias con un mismo fin, acabar tirando de la soga bajo la atenta mirada de la Madre de todo un pueblo.
La Cofradía es parte fundamental de esta fiesta y lo son también los hermanos que mantienen vivas las tradiciones intactas a través de los años. Suyo fue el protagonismo a lo largo de una eucaristía donde se recibió a Pedro Llergo Villarreal como nuevo cofrade y donde se entregaron las medallas de plata por los veinticinco años de servicio a Rafael Sánchez y Antonio Fabios. Momentos cargados de emoción y significado que crecieron con el reconocimiento y la entrada de medalla de oro a Francisco Coleto, Patricio Cruz y Bartolomé Herrero por sus cincuenta años formando parte de esta singular historia. Momentos que Juan García, el capitán de la cofradía, catalogó de “emocionantes”.
Mientras tanto, el alboroto alrededor del santuario no cesó, las canciones del coro romero amenizan el tiempo, las familias disfrutan de las viandas preparadas con esmero para la cita, la chiquillería disfruta en medio de la dehesa y Pozoblanco vuelve a sonreír sabiéndose protegido por su patrona. Restan momentos importantes, como la imposición de las llaves de los sagrarios de las parroquias de Villanueva de Córdoba y Pozoblanco o el bastón de mando de alcaldesa perpetua. Todo eso pasa mientras a gritos llenos de silencio se vuelve a proclamar el respeto por las tradiciones, por la historia de un pueblo que volvió a unirse alrededor de su patrona.