El Día de Córdoba (J. Ruz)
Pozoblanco está de fiesta. La patrona, la Virgen de Luna, ya está en la ciudad tras una jornada de domingo de felicidad, confraternización entre las familias y explosión de júbilo. No hay hogar en Pozoblanco que no esté atento al tiempo que se pronostica para el día de la Señora de Los Pedroches, ya que la climatología marca en gran medida el desarrollo de esta multitudinaria romería. Tras unas semanas de intenso frío, lluvias continuadas e incluso jornadas de nieve, el día amaneció soleado en la localidad vallesana, sin apenas nubes, lo que significó que el pueblo se echó a la calle para ir en busca de la Virgen a su santuario de La Jara.
El gentío se fue haciendo un hueco entre las encinas y los vehículos no cesaban de llegar a los alrededores del templo. Según algunos cálculos de las fuerzas del orden, casi 6.000 turismos estacionaron en la zona, si bien muchos optaron también por acudir andando. Aunque es difícil de precisar, algunas fuentes hablan de que hasta 25.000 romeros se dieron cita en el santo lugar que guarda a la Virgen de Luna.
Pero el protagonismo de esta fiesta no corresponde sólo a los devotos, sino que el peso de la celebración recae sobre la Cofradía de la Virgen de Luna, casi la única de estética y disciplina militar que se mantienen en la provincia. Como marca la tradición, a la 01:00 de la madrugada se inició la llamada a los cofrades en sus domicilios por el Sargento de la cofradía, al que acompañan en su reclamo el Tamborilero y el Ordenanza. Tras la larga tarea, sobre las 08:00, tuvo lugar la reunión en la Casa de la calle Santa Ana, donde el Sargento pasó lista y nombró los servicios.
Media hora después, y tras solicitar el preceptivo permiso a la autoridad eclesiástica, el Capitán ordenó la el inicio de la marcha hasta el Santuario. El rezo del Santo Rosario fue el preámbulo de la procesión de la Virgen por los alrededores del santuario y la Eucaristía presidida por el capellán de la cofradía, Pedro Fernández Olmo. Después, los hermanos conmemoran la jura de bandera de nuevos cofrades y la imposición de medallas de plata por los 25 años de servicio a la hermandad, todo ello en un ambiente cordial y muy festivo.
Mientras, familias y grupos de amigos se saludan y comparten no sólo coplas y bailes, sino la amplia y variada gastronomía de las tierras de Los Pedroches. Recuerdos, anécdotas y añoranza de los que ya no están se entremezclan en las conversaciones de los romeros, a la espera del estruendo de los disparos de los hermanos de la Cofradía anunciando que la Señora parte hacia el pueblo.
La copiosa comida de hermandad se dio por finalizada pocos minutos después de las 15:00, puesto que había que iniciar el camino. Los peculiares movimientos de la bandera, el olor a pólvora y la cara de los devotos que portan a la Virgen -que conjuga dolor y emoción- hacen de estas tres horas de camino hacia Pozoblanco un momento mágico, especial y emotivo, con continuas salvas en honor a la patrona durante los 14 kilómetros que separan La Jara de Pozoblanco.
Tan peculiar como la propia romería es la indumentaria de los cofrades de la Virgen de Luna, ataviados con riguroso traje negro y cordones rojos de seda, que caen por la espalda en lazo rematado por dos borlones. Los hermanos portan espadín, escopeta y cuerno para la pólvora. Lucen una vestimenta digna de museo. Las salvas que hacen tan característica a esta cofradía suelen ser de dos tipos: de bandera desplegada, que se realizan cuando el alférez revolotea la bandera, y las cruzadas, que se efectúan al paso de los cofrades ante la imagen.
Por ello, en la escenografía de la Cofradía de la Virgen de Luna tiene un papel destacado la pólvora, pero con una significación diferente, porque en Pozoblanco, ese olor especial de las armas que custodian a la Señora de Los Pedroches son una señal de paz y de fiesta, y nada más.
Como es habitual, la llegada del cortejo ayer al Pozo de la Legua marcó un alto en el camino, donde se reponen fuerzas. El sol de este año hizo que la parada fuera más deseada que en otras ocasiones, si bien muchos romeros se encontraron con la grata sorpresa de que un establecimiento de la ciudad repartió piezas de fruta entre la multitud que acompañaba a la Virgen, un gesto que fue muy agradecido.
Cumpliendo el horario, el paso de la Virgen fue llegando al Arroyo Hondo -esa simbólica entrada a la ciudad- en torno a los 18:30. Si los que acompañaban a la Señora eran legión, no muchos menos devotos se agolpaban en este histórico paraje para acompañar a la patrona en su entrada triunfal.
Como novedad, las calles se han engalanado este año para la ocasión, con balcones adornados con la imagen de la Virgen y símbolos marianos. La Señora fue recibida además por autoridades eclesiásticas y políticas, que le impusieron las llaves de los sagrarios de Villanueva de Córdoba -que comparte devoción por la Virgen de Luna- y Pozoblanco. Fue entonces cuando los más pequeños emularon a sus mayores y ofrecieron a la patrona el típico hornazo, todo un gesto de devoción y admiración. En procesión, con paso lento y acompañada por la Banda Municipal de Música, la Virgen de Luna llegó hasta el Ayuntamiento, donde se le hizo entrega del Bastón de Alcaldesa de la Ciudad por parte del alcalde, Benito García de Torres, quien encabezó la delegación municipal que acompañó a la Virgen hasta la iglesia de Santa Catalina.
Hasta la primavera, éste será su resguardo, el punto por el que pasarán miles de devotos pozoalbenses para manifestar un sentimiento difícil de explicar. Hoy empieza una nueva cuenta atrás, un nuevo ejercicio para una cofradía que simboliza el sentir de todo un pueblo y que, aunque parezca contradictorio, pregona el olor a pólvora como signo de fiesta y celebración.